martes, 5 de enero de 2016

La politización de lo impolitizable

La Navidad se va a acabar; los Reyes Magos, con sus majestuosos camellos, sus copitas de más de anís, y esa oronda panza muestra de la buena vida del Lejano Oriente donde la riqueza ya no se mide en especias y el oro es negro y va en barriles, nos dejarán sus regalos bajo el árbol.

Hay una gran cantidad de matices que deben ser analizados en esta fiesta tan típica española y que, como es lógico, deben indignar a todo hijo de vecino, niños incluidos.
Imagen tomada del Huffington Post

Por un lado, se trata de tres monarcas, tres señores de unas tierras que no les fueron entregadas por nadie más que por su linaje. Nadie participó en la elección de su puesto preferente en la sociedad, nadie se ha atrevido nunca a toser en su cara, son el reflejo de una sociedad atascada en el pasado y en las costumbres menos democráticas, ¿y tiene que venir ese tipo de persona a regalarme regalos a mí? Quién me dice que esos regalos no estén manchados con la sangre de muchos inocentes, con el sufrimiento de trabajadores explotados, financiados por las más terribles políticas arbitrarias.

Porque esa es otra, ¿quién le ha dicho a esos señores que yo, trabajador como el que más, que saca a su familia adelante, que cobra del INEM unos meses sí y otros meses también, ahogado por los impuestos pero digno hasta el final, necesite de su limosna en forma de tablets, smartphones, corbatas, barbies o scalextrics? Si el Estado estuviese para lo que sirve, ni mucho menos permitiría esta afrenta, ¿oyen ustedes? Los ricos de oriente no tienen que sacarme a mí las castañas del fuego. Ahora en tiempos de crisis, pues bueno, se puede aceptar con resignación, pero si los tiempos fueran mejores, otro gallo cantaría.

Además, esos señores son religiosos. Lo que faltaba. Vamos hombre, no piso una iglesia ni por saber morir, y al final tengo que aceptar que sea la misma Iglesia la que chafe el parqué de mi casa. ¿Cómo puedo pretender que mis hijos vivan en un entorno laico y aconfesional? De vergüenza.

Y por si fuera poco, estos Reyes son todos hombres, en muestra de la misoginia y la retrogradación que caracteriza a los de su calaña. Ellos se llevan toda la gloria y mientras tanto sus mujeres (que a lo mejor son bastantes) sin salir de casa, con la cara cubierta, y sin derecho a nada. Como si viviésemos en el medievo, oiga. Aunque estos hombres, sin duda, vivirán todavía en tiempos más anteriores. Menos mal que, al menos, uno de ellos es negro.

Y todo esto tengo yo que aguantar en estas épocas. Estas costumbres intolerables que rompen la armonía de una sociedad que intenta avanzar, pero que a golpe de costumbres desactualizadas ve resquebrajada su moral.

Espero que estén contentos. Yo no les dejaré anís ni dulces; que sepan lo que es sufrir como el proletariado. Pero luego no quiero represalias, que necesito una nueva tablet.

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