domingo, 22 de marzo de 2020

Creatividad forzada.

Una voz femenina ha dicho por la radio esta mañana una cosa. No estoy muy seguro de qué, para ser sincero, al menos no en toda su amplitud de contenido. Porque yo tengo la costumbre de, en esos minutos de la mañana en que la consciencia vigil y el sueño de ondas lentas se juntan y no sabes muy bien cuál es cuál todavía, ponerme la radio. Me la pongo bajita, como acompañándome de lejos. Y alguna que otra cosa pillo. 

Pues bien, esa voz ha comentado algo así como que esta cuarentena, o confinamiento, o lo que sea que estamos sufriendo, viene genial para hacer muchas cosas. Cosas que antes habíamos pensado en hacer y nunca habíamos tenido tiempo de hacer. Para unos estas cosas se traducen en cocinar, limpiar, estar más con sus hijos, hacer ejercicio o sabe Dios qué. Pero lo que más me ha llamado la atención es lo que ha comentado acerca de la creatividad. "Es un buen momento para fomentar la creatividad" ha podido decir, no lo sé, la verdad, porque casi no me acuerdo como ya os he comentado antes. Creatividad en forma de escribir cuentos, novelas, guiones o poesía; componer esa canción que llevaba rondándote la cabeza tanto tiempo; usar las acuarelas para ser por fin el nuevo Van Gogh, como te había sugerido ya algún que otro amigo al que habías regalado algún que otro boceto. Pero que también, esto "es difícil", me atrevo a afirmar que ha dicho esa voz femenina. 

Es difícil porque cuesta mantener la calma y concentración necesarias para realmente ponerse a hacer algo productivo en un momento tan crítico y lleno de incertidumbre. Esto no es sólo cosa de desearlo y coger una libreta y un boli a las 7 de la tarde, después de haberte tragado media temporada de esa serie que te han recomendado pero que por ahora... "meh", y escribir el poema gongoresco más bello de tu vida en los diez minutos en que te hartas de todo. 

Es cierto que, quien más y quien menos sabe que muchos grandes artistas y genios tuvieron vidas turbulentas y para nada calmadas, y aprovecharon todo ese lío y caos que era su día a día para volcarlo en algo. Algo que merecía la pena para ellos y, desde luego, que mereció la pena para el resto de la humanidad. Pero hay algo que diferencia a estos artistas de ti y de mí, algo básico que va más allá de un mero deseo de ser creativo. Estos individuos tenían algo que contar, o que cantar, o que dibujar. Algo que llevaba ahí toda su vida y que ya estaba totalmente construido en su interior, y a lo que solo tenían que darle la forma adecuada para que el resto lo pudiésemos apreciar también. 

Por eso, cuando tú o yo nos ponemos, con nuestro ordenador, bloc de notas, guitarra o lápiz y nos devanamos los sesos por "crear" algo, "ser creativos", no llegamos a nada casi nunca. Hacemos alguna que otra cosa, disfrutamos haciéndola, incluso la compartimos por ahí en ocasiones, pero en el fondo, la mayoría de veces estará "vacío". No tendrá el carácter, la desnudez, la complejidad de ese ser que deberíamos haber dado a luz sano y regordete, y que ha acabado siedo un aborto. 

Y ojo, esta reflexión que estoy haciendo, no es una crítica a ti, ni a nadie. Venga, sólo tenéis que pasaros por entradas más antiguas en mi blog para que veáis que todos hemos intentado alguna mierda en el pasado, y en eso se ha quedado: mierda. Es, simplemente, una señal de precaución. Cuidado con aquello de sentirse forzado a crear, de querer ser alguien creativo, porque siempre has querido serlo o porque, al igual que las circunstancias actuales, parece que te veas obligado a serlo. Deja que germine en ti lo que tenga que ser, la idea, el propósito, la imagen que quieras plasmar, y riégala a diario. Lee, ve cine, vista museos, conoce la vida de aquellos artistas, estudia la historia. Y por supuesto escribe, toca el piano que tienes en casa, haz lo que sea que te haga feliz mientras lo haces. Y, si poco a poco esa idea va creciendo en tu interior y se va nutriendo de lo que aprendes, hasta que llegue el día que por fin puedas darle forma y ponerle nombre, adelante. Y sé consciente, de que ese día es posible que nunca llegue. Ni de que esto sea cosa de dos días. Porque muy pocos están hechos para pasar a la eternidad. Ni tú ni yo, probablemente.