viernes, 3 de abril de 2020

La lista.

Llego a casa, voy a cerrar la puerta. Espera, ¿es así o había algo que hacer antes? Le echo un ojo a la lista que escribí anoche a boli y dejé esta mañana en la mesa del aparador. Sí, lo primero es cerrar la puerta con llave, lo segundo es dejar todas las llaves en la bandejita y la cartera y el móvil al lado. Lo tercero es meter la mochila en una bolsa y lo cuarto desnudarme y meter la ropa en otra bolsa. Lo quinto es quitarme las gafas que uso a diario y cambiarlas por otras que tengo en casa más antiguas; las nuevas también se quedan en el aparador, a todas luces infectado ya. 

A ver que recuerde, ahora desnudo y con estas gafas mal graduadas, ¿ya lo tengo todo? Voy a repasar la lista. ¡Ah! Lo sexto es quitarle la funda al móvil, es verdad, y lo séptimo lavar la pantalla con lejía. Eso ahora lo haré. Mi novia, o sea tú, me esperas al final del pasillo. Ya te había dicho que salía del hospital y has encendido el calentador y me has preparado la ropa  limpia para cuando salga de la ducha, a la que debo entrar sin tocar nada. Tú, de hecho, eres quien corre las cortinas de la ducha mientras me meto y la que después lava con lejía todo lo que he tocado y pisado. Lo octavo es, entonces, este particular paseo de la vergüenza.

Lo noveno será no poder tocarte, ni abrazarte, ni besarte, ni siquiera compartir la misma vajilla. Hemos llegado a un acuerdo de que por ahora seguiremos durmiendo juntos, tú hacia un lado y yo hacia el otro, aunque a punto hemos estado de que te hayas venido a dormir al sofá. Tengo la confianza en que, conforme avancen los días y nos vayamos acostumbrando, te 
pueda dar alguna caricia de vez en cuando, al menos. Con el dorso de la mano, y mi cara mirando hacia el otro lado.

¿Qué era lo décimo? Eso no me lo apunté, pero lo pensé anoche. Lo décimo. Diez. 10. Pues no me acuerdo. He pensado demasiadas cosas ya. Y como siga pensando en otras cosas, al final la voy a cagar y voy a hacer algo que no toca y contaminar mi casa. Contaminarte. Bueno, si al final va a ser inevitable, seamos serios. Es lo que tiene jugar a ser un héroe sin capa. Siento que te haya tocado este héroe de mierda.

domingo, 22 de marzo de 2020

Creatividad forzada.

Una voz femenina ha dicho por la radio esta mañana una cosa. No estoy muy seguro de qué, para ser sincero, al menos no en toda su amplitud de contenido. Porque yo tengo la costumbre de, en esos minutos de la mañana en que la consciencia vigil y el sueño de ondas lentas se juntan y no sabes muy bien cuál es cuál todavía, ponerme la radio. Me la pongo bajita, como acompañándome de lejos. Y alguna que otra cosa pillo. 

Pues bien, esa voz ha comentado algo así como que esta cuarentena, o confinamiento, o lo que sea que estamos sufriendo, viene genial para hacer muchas cosas. Cosas que antes habíamos pensado en hacer y nunca habíamos tenido tiempo de hacer. Para unos estas cosas se traducen en cocinar, limpiar, estar más con sus hijos, hacer ejercicio o sabe Dios qué. Pero lo que más me ha llamado la atención es lo que ha comentado acerca de la creatividad. "Es un buen momento para fomentar la creatividad" ha podido decir, no lo sé, la verdad, porque casi no me acuerdo como ya os he comentado antes. Creatividad en forma de escribir cuentos, novelas, guiones o poesía; componer esa canción que llevaba rondándote la cabeza tanto tiempo; usar las acuarelas para ser por fin el nuevo Van Gogh, como te había sugerido ya algún que otro amigo al que habías regalado algún que otro boceto. Pero que también, esto "es difícil", me atrevo a afirmar que ha dicho esa voz femenina. 

Es difícil porque cuesta mantener la calma y concentración necesarias para realmente ponerse a hacer algo productivo en un momento tan crítico y lleno de incertidumbre. Esto no es sólo cosa de desearlo y coger una libreta y un boli a las 7 de la tarde, después de haberte tragado media temporada de esa serie que te han recomendado pero que por ahora... "meh", y escribir el poema gongoresco más bello de tu vida en los diez minutos en que te hartas de todo. 

Es cierto que, quien más y quien menos sabe que muchos grandes artistas y genios tuvieron vidas turbulentas y para nada calmadas, y aprovecharon todo ese lío y caos que era su día a día para volcarlo en algo. Algo que merecía la pena para ellos y, desde luego, que mereció la pena para el resto de la humanidad. Pero hay algo que diferencia a estos artistas de ti y de mí, algo básico que va más allá de un mero deseo de ser creativo. Estos individuos tenían algo que contar, o que cantar, o que dibujar. Algo que llevaba ahí toda su vida y que ya estaba totalmente construido en su interior, y a lo que solo tenían que darle la forma adecuada para que el resto lo pudiésemos apreciar también. 

Por eso, cuando tú o yo nos ponemos, con nuestro ordenador, bloc de notas, guitarra o lápiz y nos devanamos los sesos por "crear" algo, "ser creativos", no llegamos a nada casi nunca. Hacemos alguna que otra cosa, disfrutamos haciéndola, incluso la compartimos por ahí en ocasiones, pero en el fondo, la mayoría de veces estará "vacío". No tendrá el carácter, la desnudez, la complejidad de ese ser que deberíamos haber dado a luz sano y regordete, y que ha acabado siedo un aborto. 

Y ojo, esta reflexión que estoy haciendo, no es una crítica a ti, ni a nadie. Venga, sólo tenéis que pasaros por entradas más antiguas en mi blog para que veáis que todos hemos intentado alguna mierda en el pasado, y en eso se ha quedado: mierda. Es, simplemente, una señal de precaución. Cuidado con aquello de sentirse forzado a crear, de querer ser alguien creativo, porque siempre has querido serlo o porque, al igual que las circunstancias actuales, parece que te veas obligado a serlo. Deja que germine en ti lo que tenga que ser, la idea, el propósito, la imagen que quieras plasmar, y riégala a diario. Lee, ve cine, vista museos, conoce la vida de aquellos artistas, estudia la historia. Y por supuesto escribe, toca el piano que tienes en casa, haz lo que sea que te haga feliz mientras lo haces. Y, si poco a poco esa idea va creciendo en tu interior y se va nutriendo de lo que aprendes, hasta que llegue el día que por fin puedas darle forma y ponerle nombre, adelante. Y sé consciente, de que ese día es posible que nunca llegue. Ni de que esto sea cosa de dos días. Porque muy pocos están hechos para pasar a la eternidad. Ni tú ni yo, probablemente.